No es más que una tarada sentada al volante mirando fijamente el móvil. Todavía es joven, pero ya es alguien que fue otra persona, al menos, una mujer. Ahora sólo espera quieta a que pase algo, que la niña deje de llorar detrás, que el padre llegue a recoger a la criatura, que aparezca un mensaje en la pantalla. Algo.