Cuentan que cuando el presidente de la Generalitat (el Gobierno de Cataluña) en el exilio franquista, Josep Tarradellas, se reunió por primera vez con el presidente español Adolfo Suárez tras morir Franco, en 1977, la reunión entre ambos fue terriblemente mal. Se dijeron cosas feísimas, pero a la salida, Tarradellas dejó estupefacto a Suárez al asegurar a la prensa que todo había ido bien, que estaba profundamente satisfecho.